José Miguel Polo Lázaro (Almería, 1950) ocupa uno de los puestos del centro del campo en el #OncePerfectoSego por méritos propios. Comienza su trayectoria profesional en Segunda División en el CD Calvo Sotelo, para posteriormente recalar en el RCD Mallorca y Atlético Osasuna en la categoría de plata. Seis temporadas en el Getafe Deportivo son la antesala de las dos campañas en las que el almeriense deja huella en La Albuera con el equipo en el grupo VII de la Tercera División. Con una posición económica holgada, gracias a su trayectoria profesional y su trabajo en la banca, se incorpora a la Gimnástica renunciando a una suculenta oferta del CD Leganés que rechaza porque el equipo madrileño juega en un campo de tierra. «Me fui a Segovia por el capricho de jugar al fútbol, porque me encantaba La Albuera por el tipo de campo que era y yo solo quería disfrutar», cuenta Polo en el libro Gimnástica Segovia. Una historia de supervivencia, del periodista segoviano Javier de Andrés.

Pronto se convierte Polo en uno de los jugadores más queridos por la parroquia segoviana por su calidad y por su entrega sobre el verde. Con una técnica depurada, Polo explica hoy que su autoexigencia le deja muchas noches en vela cuando entiende que no está a la altura de las circunstancias. Su relación con el esférico es peculiar y lo considera «algo humano». «No me gustaba que se maltratara al balón si no era necesario», relata. Además, y gracias al respeto que le profesan sus compañeros, se convierte en portavoz involuntario cuando llega la hora de reclamar a la directiva las nóminas atrasadas o el impago de las primas. Pese a las adversidades, Polo reconoce que en Segovia «fui más feliz dos años que todos los demás de mi carrera».

En un principio Polo pretende jugar solo una campaña, pero finalmente y sobre todo por la insistencia de la afición, decide continuar y aprovecha para iniciar sus estudios como entrenador que culmina en la siguiente campaña, ya retirado. Su primera temporada es la más destacada en el equipo, aunque si por algo brilla Polo en Segovia es por su regularidad. En su segunda temporada, con Emilio Cruz en el banquillo, el equipo ofrece un gran rendimiento en casa «pero fuera el equipo no creía en sus posibilidades, era bueno, pero sin la ambición de un equipo grande», sentencia Polo.

Una muestra palpable de la jerarquía de Polo en Segovia pese a estar solo dos campañas es su incuestionable posición a la hora de ejecutar el balón parado. El almeriense los lanza todos, incluso con partidos sentenciados. «Una vez ganando por goleada nos pitaron un penalti a favor y uno de los chavales quiso tirar la pena máxima, hasta que Valeriano como capitán me señaló a mí y le dijo que lo iba a tirar yo. Todos los compañeros me tenían mucho respeto», evoca.

Después de dos campañas en las que el andaluz marca las diferencias en Segovia con su visión de juego y llegada al área contraria, Polo decide retirarse y el club le permite despedirse de la afición y del fútbol en un partido amistoso que se disputa el 24 agosto de 1985 ante el Real Ávila en La Albuera, y que vencen los celestes por 4 tantos a 2. Días antes del choque, Miguel Polo remite una carta a los aficionados a través de los medios de comunicación en la que lamenta «no haberles ofrecido mis mejores años de futbolista porque, créanme, en 19 años de profesional jamás había encontrado una afición tan entrañable»; «Me iré a casa con el recuerdo imborrable de una afición que me ha dejado huella», concluye Polo en su carta.

Ahora, y treinta y tres años después de su retirada, Polo sigue emocionándose al recordar su despedida de Segovia. «La gente es inteligente y se da cuenta cuando eres honesto y ofreces cosas que no habían visto en mucho tiempo. Me sentía grande e importan- te, estaba a gusto porque sentía que apreciaban lo que yo hacía». «Segovia para mí es un punto de referencia. Cuando me preguntan siempre digo que donde mejor me trataron fue en Segovia», asegu- ra. Pese a todo siempre hay detalles que prefiere no recordar como la sensación de abandono sentida por los jugadores durante buena parte de sus dos campañas en Segovia. «No había organización y no encontrabas a nadie cuando lo necesitas. El que mandaba — Hernández Escorial — no estaba nunca y sus acólitos no podían decidir nada por ellos mismos. Nadie daba la cara», afirma.

Foto: Miguel Polo, en el centro, junto a Celis – izquierda – y Aguilar en una alineación de la Gimnástica de la temporada 83-84